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José Pomares

La razón, la emoción… y el Atleti

De todo mi círculo de amistades es conocida y reconocida mi posición de optimista. A veces me preguntan cómo empecé a serlo. La respuesta es doble.

Por un lado, hay que recordar que el optimismo es el estado natural de nacimiento del ser humano. Todos nacemos optimistas. El niño pequeño no piensa en las consecuencias negativas que puede tener para su colesterol el tomarse un helado.

Es todo pasión, ilusión, fuerza, energía, coraje … Somos los mayores los que vamos convenciendo desde la más tierna infancia a nuestros hijos de aquellas cosas que mejor ni tan siquiera intenten porque no conseguirán alcanzar la meta. Es por tanto el pesimismo una discapacidad adquirida.

Ningún pesimista ha descubierto nunca el secreto de las estrellas, o navegado hacia una tierra sin descubrir, o abierto una nueva esperanza en el corazón humano. El optimismo es un valor moral. No confundamos los términos ni las situaciones. El optimismo es la fe que conduce al éxito. Y la fe no es sino ser fiel, y ser fiel es tener capacidad de creer. Y eres infiel cuando dejas de creer, de pensar que puedes alcanzar tu éxito personal.

El optimista es el más realista, y hoy hemos confundido realismo con conformismo. Y el conformismo es hoy el suicidio cotidiano. Nada puede hacerse sin esperanza y confianza.

Pero también hay otra razón. Mi tolerancia a la frustración comenzó cuando mi abuelo fue un día al médico y éste le pronóstico una enfermedad terminal. La respuesta de mi antecesor ante tan ingrata noticia fue decirle al médico ¿y qué hago doctor? Éste, muy en su papel de  apoyar los diagnósticos con consejos, le dijo: “hágase usted del Atlético de Madrid”. Ante lo cual creció la perplejidad de mi abuelo quien le volvió a inquirir: ¿es que así viviré más años? “No, concluyó el doctor, pero se le van a hacer eternos”.

Pues eso. A veces queremos encontrar siempre un porqué de las cosas basándonos en la razón. Y el corazón tiene razones que la razón no entiende. Estamos obsesionados por potenciar el coeficiente intelectual pero olvidándonos del coeficiente emocional.  Y la inmensa mayoría de las decisiones de nuestra vida se toman en base a nuestras emociones (motivos), no de nuestra inteligencia. De ahí mi insistencia con nuestros maestros: La educación NO es meter información, es EXTRAER potencialidades.

El 95% de nuestras decisiones son emocionales. ¿Hay motivos para estar alegre? Hay motivos para estar triste? ¿Cuál es el grado máximo de motivación del ser humano? Sin duda alguna el suicidio. Por emociones hacemos TODO (lo bueno y lo malo).

Estamos pasando de negocios basados en la razón a otros basados en la emoción. Y cambie la palabra negocios por vida y la frase servirá igual.

Es cierto que es más razonable ser de otros equipos que siempre ganan. Pero eso es como vivir en Euro Disney permanentemente. Y el día que algo te sale mal, te derrumbas. Déjate la razón del querer ganar siempre. Nosotros somos los de la vida diaria, golpe, golpe, golpe,… pero cuando ganas, lo siento amigos, pero se saborea mucho mejor. Ya no vale vivir ni trabajar en equipo. Tenemos que ser de una tribu (imagino que de ahí lo de 'indios'). Quien se compra una Harley no compra una moto, adquiere un estilo de vida, los de Mac presumen desde hace años respecto a los que tienen PC, los rojiblancos … si encuentran a uno pregúntenle y se lo explicará. Todos pensamos emocionalmente igual.  ,… Y prodigamos que “Saber “no es “Creer”. El Saber nos ayuda a gestionar la realidad. El Creer la transforma. Por eso, porque creemos que la emoción es superior a la razón, de vez en cuando hasta somos capaces de ganar. Como la vida misma.

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