Humor

Me enteré por un artículo de J. Rubio Hangcok, y no me lo quería creer… Parece ser que Arabia Saudí ha proyectado montar un Certámen Internacional de la Comedia, o algo así. Y no se trata de una broma, precisamente. Un país de los mayores violadores de los derechos humanos, pero también de los más ricos del mundo, que es más para llorar que para reír, convocando a humoristas y comediógrafos, es algo que sorprende, así, al principio. Luego, los de mi edad nos decimos a nosotros mismos que, bueno, en los cuarenta años de dictadura de Franco, hubo unos muy buenos e ingeniosos profesionales del humor, así que porqué no…
Mucho más en un país con dinero a porrillo, y en un mundo donde todo está a la venta, incluía la dignidad, por supuesto… Su príncipe dictador, Bin Salman, sabe que lo de condenar a muerte a activistas de las redes y a los que hacen chistes del régimen está mal visto por las, aún vendidas, democracias, pero que el dinero y el petróleo son un lenitivo poderoso para blanquear imágenes y comprar conciencias. Así que lo utiliza mientras puede. Y lo logra. Y convertimos lo avergonzable en respetable… De hecho es la política que siguen todos los emiratos del Golfo, a quiénes se inclinan serviles nuestros muy idolatrados deportistas, por poner un ejemplo notorio.
Patrocinan (compran) eventos deportivos; finales de ligas de otros países y campeonatos de otras naciones; ficha a un Cristiano Ronaldo para una de fútbol; a un John Rham para una de golf; a un Rafael Nadal para una de tenis… y a lo que y a quiénes haga falta. Al igual que financian equipos enteros de naciones entendidas por democracias que respetan los derechos humanos… Algo así como Israel con el ciclismo y la Eurovisión, pero a lo bestia, sin pararse en barras… En realidad, no es otra cosa que un negocio dónde la ética se barre debajo de la alfombra, junto a la basura, mientras sea rentable; aunque muchos que sopan de tal inmoralidad quieran vendernos la historia como otra cosa distinta, y quieran hacernos respetar a aquellos que no respetan.
Le llega la hora al gremio de la Comedia… Tom Dillon no tuvo problema en reconocerlo sin desparpajo alguno: “Me pagan 375.000 dólares por una sola noche (algunos otros cobran hasta 1,6 millones), ¿y qué si tienen esclavos?.. me pagan lo suficiente como para mirar a otro lado”… Y este comentario, por sincero, como se basaba en una verdad, le valió la cancelación del contrato y su despido fulminante… David Cross, comentarista de redes, ha puesto el dedo en la llaga: “ya no podéis hablar de eso nunca más”, y también lleva razón: da la impresión de que tales humoristas no ven problema en que metan en la cárcel, o fusilen, a gente, por expresar sus opiniones libremente; pero lo realmente duro, el límite humano – o inhumano – que no se debe rebasar, y que constituye un atentado contra la libertad de expresión es que tú no soportes que te insulten en X por un chiste. Esta es la andanada que les suelta a los que así opinan, para justificar el rendimiento por encima de la libertad de pensamiento.
Marc Maron, un humorista americano que también duda y se burla de tal festival, suelta a sus compatriotas: “¿cómo promocionas una producción por la misma gente que financió el 11-S?”, dando en plena diana, pero teniendo la honradez de decir al mismo tiempo que a él le era fácil hacer crítica porque no había sido convocado… Sin embargo, el dilema que plantea es crucial: ¿sacrificaríamos nuestros principios por medio millón de dólares?.. Resulta fácil decir que no, si no es nuestro caso. Y a esto, yo le añadiría una dimensión más al asunto: ¿es igual de moral, o inmoral, el que acepta necesitando el dinero, que el que acepta sobrándole el mismo dinero por los cuatro costados?..
Todo se refiere, si se fijan, al mito de Fausto, en que siempre existirá una excusa para vender el alma al diablo… Además, si todas las naciones de la tierra se compran y se venden entre sí por intereses y por poder, ¿no lo van a hacer sus ciudadanos?.. O al revés: ¿si los ciudadanos son corruptos, no lo van a ser los políticos?.. Se dice y se asegura que todos tenemos nuestro precio. Y es posible que sea verdad. Puede que no nos escapemos ninguno, y que incluso lo que siempre hemos utilizado como Escala de Valores, tenga su propia tasación (yo creo que ya la hemos vendido al sistema que la ha comprado).
Lo más elegante, y quizá aconsejable, llegado el caso, sería el reírnos de nosotros mismos, de nuestras propias flaquezas y pecados; de nuestra innata hipocresía y falsedad. En ese caso, el humor es un reconocimiento de nuestra imperfección, como una confesión… Pero lo malo es cuando ni ese humor te dejan ejercerlo. Y el país del que tratamos no cree en ese humor, de hecho, lo tiene prohibido, ya que no reconoce sus propias debilidades y carencias morales… Sin embargo, tiene a todo Occidente rendido a sus pies en base a sus petrodólares. Les vendemos las armas y les vendemos las almas; y luego vamos y pregonamos unos principios, falseados y embusteros, con los que nos traicionamos a nosotros mismos.
Pies miren, cojonudo… Pongámosle precio al único reducto de libertad: el humor, y vendámoslo también al mejor postor. La cuestión es que, si miramos el estado del mundo, de nuestras sociedades, veremos claramente que lo que creemos comedia, en realidad es drama… Y prostituimos el humor hasta el punto de ponerle precio convirtiéndolo en su contrario; justificando de ese modo cualquier tiranía… O, al menos, así me lo parece a mí… Creo que fue Groucho Marx el que decía que si el humor no destapa todo lo podrido que hay en nosotros, ni es humor, ni es nada… Pues, añadir más podredumbre a lo ya podrido, es una extraña manera de hacer comedia… A lo mejor, si nosotros, los españoles, les enviamos nuestros viejos sainetes de Carlos Arniches, que colaban divinamente en pleno franquismo, logramos colocarles una mina en sus viejos y sucios fondos.





















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