El consultor
Érase una vez un joven ejecutivo con muy buena presencia, vestido con elegante traje oscuro, que paseaba por el campo cuando a lo lejos divisó un pastor que descansaba bajo un frondoso árbol, mientras su rebaño se alimentaba de las frescas hierbas que poblaban el prado que los rodeaba. En eso, el joven se acercó al pastor y le despertó de su letargo:
- Buenos días buen hombre, me gustaría proponerle un juego, si averiguo cuantas ovejas tiene Vd. me concederá como premio una de ellas.
- El pastor, sorprendido por la osadía del joven muchacho, accedió con expectación.
Tras un par de minutos, en los que parecía que el joven desarrollaba algún complejo algoritmo que le permitiera calcular el número exacto de ovejas que formaban aquel nutrido rebaño, afirmó:
- Exactamente Vd. tiene 257 ovejas
El pastor, tremendamente sorprendido por la capacidad de cálculo que había demostrado este aguerrido muchacho, se incorporó de un salto y exclamó:
- Efectivamente, ha acertado con el número de ovejas y es justo que ahora, como premio a su capacidad, Vd. elija la que más le convenga y se la lleve como recompensa por su hazaña.
Entonces, el muchacho, tras dar un par de vueltas al rebaño, volvió donde se encontraba el pastor con su premio a cuestas y, dándole gracias por aceptar y respetar el juego propuesto, continuó su camino cargando con su merecido botín. No había avanzado ni diez metros cuando el pastor llamó de nuevo su atención y le propuso un nuevo juego.
- Oiga joven, ¿qué le parecería jugar una nueva partida? Si yo adivino su profesión, Vd. me devuelve el premio.
- Me parece justo. Contestó el joven ejecutivo.
Tras un minuto de meditación profunda, el pastor afirmó:
- Vd. es consultor
- Es cierto, ¿Cómo lo ha averiguado?
- Ha sido muy fácil, en primer lugar Vd. ha venido sin que yo le llamara, en segundo lugar, me ha dicho algo que yo ya sabía y, en tercer lugar, no tiene ni idea de mi negocio, pues lo que se está llevando es el perro.
Debo reconocer que el chistecito tiene su gracia, sin embargo, no puedo estar de acuerdo en la fácil moraleja que del mismo se desprende. En primer lugar, si bien es cierto que la mayoría de las veces es el consultor el que toma la iniciativa y realiza el primer acercamiento hacia el empresario/cliente, esto es porque este último sigue anclado en los prejuicios que proclama este chiste y obsesionado en resolver su situación con las mismas armas y técnicas utilizadas desde siempre. En segundo lugar, la información que se obtiene es la que es y efectivamente, muchas veces es ya conocida, o se debiera conocer, no obstante, esto no es lo fundamental, sino que lo importante es el modo de interpretarla y las medidas que se diseñan para reconducir la situación y que normalmente causan buen efecto, o al menos, lo causarían de llevarlas a término con decidido convencimiento. Por último, es verdad que es improbable que el consultor alcance el mismo o más grado de conocimiento que el propio empresario sobre su actividad y sector, no obstante, el objetivo no debe ser este, sino acertar en el diagnóstico e implementar acciones efectivas que mejoren la competitividad y eficiencia de su organización y esto, en muchas ocasiones, es más fácil desde una objetiva posición externa, que afectado por los condicionantes que imponen la rutina y la problemática diaria.
Nuestra experiencia nos dice que, utilizando la metodología adecuada es posible alcanzar nuestros objetivos, contribuir a la mejora en la gestión e incrementar los resultados, por tanto, la cuestión no es saber cuántas ovejas hay y llevarnos nuestro premio (el que sea), sino conseguir que el pastor obtenga un alto beneficio gestionando su rebaño, además de disfrutar de media hora más de siesta. En esto. El papel del consultor puede resultar crucial.
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- El pastor, sorprendido por la osadía del joven muchacho, accedió con expectación.
Tras un par de minutos, en los que parecía que el joven desarrollaba algún complejo algoritmo que le permitiera calcular el número exacto de ovejas que formaban aquel nutrido rebaño, afirmó:
- Exactamente Vd. tiene 257 ovejas
El pastor, tremendamente sorprendido por la capacidad de cálculo que había demostrado este aguerrido muchacho, se incorporó de un salto y exclamó:
- Efectivamente, ha acertado con el número de ovejas y es justo que ahora, como premio a su capacidad, Vd. elija la que más le convenga y se la lleve como recompensa por su hazaña.
Entonces, el muchacho, tras dar un par de vueltas al rebaño, volvió donde se encontraba el pastor con su premio a cuestas y, dándole gracias por aceptar y respetar el juego propuesto, continuó su camino cargando con su merecido botín. No había avanzado ni diez metros cuando el pastor llamó de nuevo su atención y le propuso un nuevo juego.
- Oiga joven, ¿qué le parecería jugar una nueva partida? Si yo adivino su profesión, Vd. me devuelve el premio.
- Me parece justo. Contestó el joven ejecutivo.
Tras un minuto de meditación profunda, el pastor afirmó:
- Vd. es consultor
- Es cierto, ¿Cómo lo ha averiguado?
- Ha sido muy fácil, en primer lugar Vd. ha venido sin que yo le llamara, en segundo lugar, me ha dicho algo que yo ya sabía y, en tercer lugar, no tiene ni idea de mi negocio, pues lo que se está llevando es el perro.
Debo reconocer que el chistecito tiene su gracia, sin embargo, no puedo estar de acuerdo en la fácil moraleja que del mismo se desprende. En primer lugar, si bien es cierto que la mayoría de las veces es el consultor el que toma la iniciativa y realiza el primer acercamiento hacia el empresario/cliente, esto es porque este último sigue anclado en los prejuicios que proclama este chiste y obsesionado en resolver su situación con las mismas armas y técnicas utilizadas desde siempre. En segundo lugar, la información que se obtiene es la que es y efectivamente, muchas veces es ya conocida, o se debiera conocer, no obstante, esto no es lo fundamental, sino que lo importante es el modo de interpretarla y las medidas que se diseñan para reconducir la situación y que normalmente causan buen efecto, o al menos, lo causarían de llevarlas a término con decidido convencimiento. Por último, es verdad que es improbable que el consultor alcance el mismo o más grado de conocimiento que el propio empresario sobre su actividad y sector, no obstante, el objetivo no debe ser este, sino acertar en el diagnóstico e implementar acciones efectivas que mejoren la competitividad y eficiencia de su organización y esto, en muchas ocasiones, es más fácil desde una objetiva posición externa, que afectado por los condicionantes que imponen la rutina y la problemática diaria.
Nuestra experiencia nos dice que, utilizando la metodología adecuada es posible alcanzar nuestros objetivos, contribuir a la mejora en la gestión e incrementar los resultados, por tanto, la cuestión no es saber cuántas ovejas hay y llevarnos nuestro premio (el que sea), sino conseguir que el pastor obtenga un alto beneficio gestionando su rebaño, además de disfrutar de media hora más de siesta. En esto. El papel del consultor puede resultar crucial.
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