El éxito en la empresa familiar
A pesar de que las apariencias nos puedan hacer pensar que el sustento de nuestra actividad económica descansa en las grandes corporaciones empresariales o multinacionales, lo cierto es que, analizando los datos objetivamente, se confirma que esto no es así, y que la que verdaderamente aguanta el peso de esta actividad es la empresa familiar.
Hay algunos datos que confirman esto, por ejemplo, con referencias de años anteriores comprobamos que más del 85% de la empresas tienen carácter familiar, este tipo de empresa representa más del 70% del empleo privado generado en el país, estando la media de empleados en el entorno de los 58 trabajadores, a su vez, estas empresas contribuyen en un 70% al PIB nacional. Sin duda alguna, creo que los datos son más que esclarecedores.
Ahora bien, no debemos olvidar que no todas estas empresas alcanzan el mismo nivel de desarrollo, ni contribuyen a alcanzar estas cifras de igual modo, sino que hay modelos de empresa familiar que han alcanzado un sobresaliente éxito, por encima de la media y por tanto, parece oportuno fijarse en cómo han afrontado cuestiones como la distribución de la propiedad, modo de dirección, estructura organizativa, filosofía de gestión, innovación, etc.
Atendiendo a estos criterios, se demuestra que las empresas familiares de mayor éxito son aquellas que han constituido un consejo de administración para dirigir la gestión de la compañía y cuentan con un consejo familiar como foro de debate acerca de la distribución de la propiedad, salvaguarda del patrimonio familiar, regulación de las normas que garantizan una pacífica convivencia y relaciones con el ámbito de la empresa, asuntos todos ellos que deben ser contemplados en el protocolo familiar, que estas exitosas empresas también han elaborado y cuya custodia e interpretación corresponde a ese órgano colegiado.
Respecto a su estructura organizativa, se comprueba una rigurosa aplicación de criterios de competencia, eficiencia y cualificación a la hora de afrontar procesos de selección y promoción de personal, sin olvidar su adecuación a los principios y valores familiares, los cuales derivan en su propia cultura organizativa y de empresa, aspecto al que dedican suficiente atención y esfuerzos, para su adaptación a los tiempos y circunstancias de mercado.
En cuanto al origen de los recursos, apuestan mayoritariamente por la autofinanciación, siendo poco común recurrir a las ampliaciones de capital como forma de financiarse. Respecto a la financiación ajena, últimamente se ha detectado un cambio de tendencia, comprobando la existencia de una mayor inclinación hacía esta opción, pero siempre en menor proporción que el resto de compañías.
Por último, se ha comprobado también que estas exitosas empresas cuentan con una alta capacidad de innovación e iniciativa, lo cual les motiva a prestar una continua atención a las nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación, considerándolas la base y la herramienta fundamental para el óptimo control de gestión de sus negocios.
Todos estos aspectos deben hacer reflexionar al empresario familiar, además de a sus descendientes, sobre el mejor modo de dirigir, organizar, gestionar y participar en sus negocios, para que el sistema total que significa la empresa familiar y en el que deben integrarse, por partes iguales y en perfecto equilibrio, empresa y familia, otorgue la máxima rentabilidad que garantice la viabilidad de la primera y, contribuya al sustento y progreso económico-patrimonial de la segunda.
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Hay algunos datos que confirman esto, por ejemplo, con referencias de años anteriores comprobamos que más del 85% de la empresas tienen carácter familiar, este tipo de empresa representa más del 70% del empleo privado generado en el país, estando la media de empleados en el entorno de los 58 trabajadores, a su vez, estas empresas contribuyen en un 70% al PIB nacional. Sin duda alguna, creo que los datos son más que esclarecedores.
Ahora bien, no debemos olvidar que no todas estas empresas alcanzan el mismo nivel de desarrollo, ni contribuyen a alcanzar estas cifras de igual modo, sino que hay modelos de empresa familiar que han alcanzado un sobresaliente éxito, por encima de la media y por tanto, parece oportuno fijarse en cómo han afrontado cuestiones como la distribución de la propiedad, modo de dirección, estructura organizativa, filosofía de gestión, innovación, etc.Atendiendo a estos criterios, se demuestra que las empresas familiares de mayor éxito son aquellas que han constituido un consejo de administración para dirigir la gestión de la compañía y cuentan con un consejo familiar como foro de debate acerca de la distribución de la propiedad, salvaguarda del patrimonio familiar, regulación de las normas que garantizan una pacífica convivencia y relaciones con el ámbito de la empresa, asuntos todos ellos que deben ser contemplados en el protocolo familiar, que estas exitosas empresas también han elaborado y cuya custodia e interpretación corresponde a ese órgano colegiado.
Respecto a su estructura organizativa, se comprueba una rigurosa aplicación de criterios de competencia, eficiencia y cualificación a la hora de afrontar procesos de selección y promoción de personal, sin olvidar su adecuación a los principios y valores familiares, los cuales derivan en su propia cultura organizativa y de empresa, aspecto al que dedican suficiente atención y esfuerzos, para su adaptación a los tiempos y circunstancias de mercado.
En cuanto al origen de los recursos, apuestan mayoritariamente por la autofinanciación, siendo poco común recurrir a las ampliaciones de capital como forma de financiarse. Respecto a la financiación ajena, últimamente se ha detectado un cambio de tendencia, comprobando la existencia de una mayor inclinación hacía esta opción, pero siempre en menor proporción que el resto de compañías.
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Todos estos aspectos deben hacer reflexionar al empresario familiar, además de a sus descendientes, sobre el mejor modo de dirigir, organizar, gestionar y participar en sus negocios, para que el sistema total que significa la empresa familiar y en el que deben integrarse, por partes iguales y en perfecto equilibrio, empresa y familia, otorgue la máxima rentabilidad que garantice la viabilidad de la primera y, contribuya al sustento y progreso económico-patrimonial de la segunda.
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