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Juan García Cascales

La vieja escuela

Tras varios largos años desarrollando proyectos de todo tipo, por toda la geografía nacional y parte del extranjero, han sido diversos los modelos de gestión y administración que he ido conociendo, lo que me ha permitido, para mi gran suerte y mayor enriquecimiento de mi experiencia propia, alimentar mi conocimiento y darme la posibilidad de poder evaluar los beneficios y perjuicios de cada uno de esos estilos, por lo que he tratado siempre de coger las fortalezas y aprovechar las oportunidades que cada uno de ellos brinda, aislando los riesgos y corrigiendo sus debilidades.

Considerando que la misión del departamento administrativo-financiero de cualquier empresa, es más o menos similar, independientemente de su actividad, accionariado, estructura organizacional, jerárquica o funcional, persona o modelo de dirección que adopte, número o formación de sus miembros, etc., hay principios y valores de funcionamiento, intrínsecos al objeto de este departamento, que siempre deberían considerarse y tener bien presente a la hora de cumplir con su cometido.

[Img #17322]Tratando de identificar estos principios y valores, destacan, por encima de todos, el rigor, la responsabilidad, la transparencia, el orden, la claridad, además de otros que, impuestos por la norma contable, deben también contemplarse, y que se refieren a la veracidad, relevancia y oportunidad informativa, que de este departamento emana. Evidentemente hay otras muchas cualidades que cualquier directivo, dedicado a las finanzas o administración corporativa, debe ser capaz de implantar en su departamento e inculcar en el personal en él encuadrado, sin embargo, aún cumpliendo únicamente los aquí mencionados, alcanzaría un excelente nivel de desempeño y aportaría un enorme valor a la gestión de la compañía a la que pertenece, facilitando sobremanera el correcto diagnóstico de situación y toma de decisión por parte de su gerencia.

Todas estas virtudes, no dudemos ni por un segundo que eso es lo que son, eran las que prevalecían antiguamente, y cuando digo antiguamente me estoy refiriendo hasta la década de los 90, o sea, a antes de ayer y, aunque bien es verdad que se presentaban y mantenían en empresas con un alto criterio tradicional de su gestión, en la que estos principios tenían carácter hereditario, mediante el cual los jóvenes recién llegados, como era mi caso, recibían el preciado tesoro de sus mayores que, paulatinamente, iban concluyendo con su sacrificada y muy meritoria carrera profesional, entregada a la gestión administrativa y financiera de sus eternas empresas, para pasar a disfrutar de su merecido descanso en situación de jubilación, también se podían percibir en otras corporaciones con menor componente tradicional, pero igualmente gestionadas por profesionales procedentes de la escuela de la excelente gestión.

Lamentablemente gran parte de estos principios y valores se han perdido en favor de la velocidad, donde el trabajo administrativo más parece valerse del volumen de emails enviados con mensajes entrecortados y poco concisos, incesantes llamadas telefónicas, etc., derivando todo ello  en una acumulación excesiva de papeles sobre los escritorios, señal inequívoca del desorden y falta de rigor, criterio y claridad que impera en su trabajo.

Por tanto, desde aquí, quiero rendir mi pequeño homenaje a aquellos abnegados profesionales, que hicieron de su labor administrativa todo un arte y que eran fuente infalible de confianza, permitiendo, con este humilde y silencioso modo de trabajar, que la dirección de los negocios en los que participaban resultara más sencilla y fructífera para sus gerentes. ¡¡Viva la vieja escuela!!

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